Pablo Baleriola, 2023.
Escritor.

JUAN CARLOS MESTRE EN LOS OJOS DE MARINA PEREZAGUA.

La mar y su reflejo es el hombre. El hombre y su espejo es la mar.

Ondas en el cabello, mirada tras las gafas y gafas entre los dedos.

El hombre es el doble de la mar. O al revés.

Pero son tres planos:

Las olas, primero,

El poeta, después,

Y luego la superficie líquida de sus ojos abren la mirada sin candados.

Todo está abierto en el equilibrio de hombre y mar, la espuma en la ceja izquierda marca una diagonal con la escharcha estival de su sien derecha, y como a los gitanos del desierto de aquella canción: quiero verme bailar, y le leo con candelabros celebratorios de agradecimiento.

También hay un plano oculto: no muy lejos, detrás, a ciento tres brazadas de la orilla, hay una torre de hierro magnético. No sé si el hombre lo sabe.

Creo que él es el imán.

SOFÍA CRESPO EN LOS OJOS DE PEDRO J. PLAZA.
Sofía Crespo Madrid,
flotando en el ocaso y envuelta de tinta

Donde las rayas negras y blancas
se extienden en paralelaje,
donde las rayas se difuminan
y se cruzan con los rayos,
donde el horizonte es una naranja
caída y machacada sobre una baldosa
azul de mar, donde el dónde es cuándo
o donde el dónde es cómo:
ahí está, sonriendo hacia dentro,
la que es y la que no es Ana Sofía.

«Art is guaranty of sanity»,
promete su antebrazo anegado
de tinta. Pero este miente y calla
las palabras que la mano, en el bolsillo,
esconde: «Ninguna gran mente ha existido
nunca sin un toque de locura», ya lo dijo
Aristóteles. Engáñanos con tus poemas
o engáñanos con tus tatuajes, mas
engáñanos, Ana Sofía, que no hay
mentira más bella que la de atrapar la luz
en un rectángulo o la de atrapar
el pensamiento en una cuadrícula.

ALBERTO CONEJORO EN LOS OJOS DE JUAN LABORDA.

La poesía era para Gabriel Celaya un arma cargada de futuro. No obstante, y como dice un buen amigo, también puede dispararse uno accidentalmente en el píe con ella. Hay en ese desgranar las tintas de la emoción varios afanes capaces de herir al lector incauto. Alberto Conejero lo sabe bien, pues es capaz de provocar un incendio de sensibilidades con los mimbres de lo cotidiano. La megafonía de un tren de cercanías o el humo que anuncia el horizonte en llamas le sirven para prender sus poemas. Sus versos asoman al abismo de lo ignoto, de lo que aún no se ha sentido y de lo que suponen los despertares más catárticos. Es como si la esencia de los anhelos y las desilusiones fueran su materia prima.

Traspasar los límites propios del lenguaje, y sublevarse contra el encajonamiento de la palabra, es un cauce ubérrimo que rasga la mirada, al igual que una quilla abriéndose paso hacia el mar. Simbolizar a través del verso es tanto como convertir una pavesa en un ave nocturna, sostenida por la brisa marina y los cantos de sirena. Quizá podríamos llamarlo «semióticas de la experiencia», tanto da que el vehículo sea la poesía, la prosa o la dramaturgia. La piedra oscura, como la noche que precede al alba de la pasión, nace pareja al sol de invierno, al dolor y a la memoria. Quizá todo el misterio se resuma en unos arreboles tímidos suspendidos sobre el arco de su espalda.

FELIPE BENÍTEZ REYES EN LOS OJOS DE ÁLVARO GALAN CASTRO.
Dado el dandi dorado, no amarillo,
de mirada sagaz, con una gota
de bilis, pero negra y que no explota
para darle al retrato todo el brillo,

se adivina un secreto en el bolsillo
del párpado inferior, la media mota
de un polvo sideral y de derrota
triunfal en el hollín del cigarrillo.

La lágrima difícil que no brota
da luz como de fondo de pasillo
al ojo y hay un algo que allí flota

y corta con un frío de cuchillo
el aire, y la baraja queda rota,
a punto de apretarse este gatillo

del ojo, y el soneto se rebota,
ya todo del revés, bala y casquillo
del ojo contra rey, caballo y sota.

Desandar el camino no es sencillo
del fondo de ese ojo, luz remota
de puerta entrecerrada en el rabillo.

Así que de su sombra tomo nota
y cuelgo los cuartetos del tobillo,
que el resto me lo sé casi al dedillo:
se trata de no hacer más el idiota
y volver al mirar que no se agota,
a los tonos dorados de membrillo
del blazer y al mechón en el flequillo
[es la primera rima] del de Rota.

ELISA DÍAZ CASTELO EN LOS OJOS DE MARINA TAPIA.

El rostro que me asalta
guarda una geometría de argumentos,
una suavidad inaprensible.

Te figuro llena de preguntas.
Y delatan tus líneas
una pulsión de búsqueda,
de intensas vocaciones,
un sosiego de serena soledad.
Te delinean
texturas de emoción
albas y azules,
nostalgias sin orilla
atraviesan entero nuestro espacio.

¿Se expanden las palabras
en ese pabellón de mundos interiores?
¿Acentúa la luz
aquella inclinación salina?

Tus ojos de saudades
y paisajes pulposos
observan con asombro lo invisible.
Me sobrecogen.
Tú compones en silencio
el cuadro impasible de tu vida.
Yo dibujo con versos tu retrato.

MARÍA GÓMEZ LARA EN LOS OJOS DE ESTHER GINÉS.

Veo en tus ojos una determinación

que potencia ese fucsia en tus labios,

el deseo de alguien para quien la palabra

es un refugio ante un mundo cambiante

y ante una identidad antaño amenazada.

No nos conocemos,

no hemos oído nuestras voces,

te miro como si pudiera ir más allá.

Y leo en tus labios entreabiertos

la voluntad y el coraje de alzar la voz,

de saber que tu tiempo es ahora,

que detrás de ti ese océano te promete

que has llegado al lugar de las palabras.

DORANTES EN LOS OJOS MANUEL REINA.

Por las cuerdas solares la armonía

del piano derrama sus corcheas,

sus redondas, sus blancas, te peleas

porque la fusa y negra algarabía

son flamenco al clásico, alegría,

suene sinfónico en tus teclas, creas

óperas gitanas en que bordeas

sonata andaluza por bulería.

Tímida sonrisa sobre el ocaso

o tal vez del sol el alba marina

que eleva sus conciertos de gigantes

por los mares dorados donde acaso,

entone por cantiña alguna ondina,

tu nombre musical de sur, Dorantes.

CHUS PATO EN LOS OJOS DE ROCÍO ROJAS MARCOS.
Como el ruido de la lluvia
Cuando esta mañana
he querido mirar más allá, por detrás de tus hombros
hacia el horizonte que se aleja cada vez
un
poco    más
me he caído de bruces en un mar embravecido. La
verdad
es que en la calle llovía
(se me había olvidado el sonido de la lluvia
al chocar con el cemento recalentado
desde antiguo)
por eso me ha parecido el ruido del mar
por eso he creído que me caía
por eso embravecido,
.              palabra de tan manoseada bella.
Así que no era el mar donde he caído
sino en la soledad de la habitación
escondida tras la lluvia.
Entonces retomo la idea:
cuando esta mañana
he querido mirar más allá
solo he podido pararme,
hundirme en el abismo de una mirada que dice:
Ciega podría verte
ciega
y he sabido que el ruido de la lluvia
-ese que me recuerda al mar-
sería la banda sonora de la soledad
de hoy

ANTONIO LUCAS EN LOS OJOS DE PILAR FRAILE.

Rompes, lo que sobresale

Sigues, la línea de puntos

Doblas, la manga abotonada

                     ¿Eres tú el que asoma desde tu rostro?

ANTONIO LUCAS EN LOS OJOS DE FERNANDO JAEN. 

ÁNGELES MORA EN LOS OJOS DE TERESA GÓMEZ.

En el tapiz de un cielo contagiado de mar,

hay una ráfaga suspendida que tinta todavía de rojo el horizonte.

De las profundidades, implacable, emerge tu pasado alumbrando el presente

y una luz centellea reposada en tus hombros.

Miras con una calma saturada de versos

y en tu sonrisa asoma la esperanza y la vida.

FERNANDO ARAMBURU
EN LOS OJOS DE ANTONIO PRAENA.
PATRIA

FERNANDO ARAMBURU EN LOS OJOS DE ANTONIO PRAENA.
PATRIA
No siempre un primer plano
dirige nuestros ojos hacia el fondo
de las cosas presentes.
Ni cualquier foto fija
nos habla en realidad del movimiento.
.          Son contadas las fechas
en que un acto privado
se llega a convertir en una forma
política de eros.
Y más contadas son las ocasiones
en las que la instantánea nos resulta
orgánica y, no obstante,
inorgánicamente indiscutible,
pudorosa y obscena,
escándalo de algunos y palanca
de la resurrección de muchos otros
que estaban ya olvidados y bien muertos.
.          Pero a veces ocurre ese retrato
que no calcula sombras bajo el riesgo
de hacerse equidistante
.                                     Alguien mira
tan fuera de sí mismo que abre un hueco
entre la realidad y la utopía
del que no escapa nadie.
.        No siempre lo concreto reconviene en su idea,
o un rostro encarna masas,
o un plano de la guerra desemboca
en una paz que empieza donde nadie
la daba por posible.
.        No siempre la ficción es verdadera,
se muestra sin disfraz, pero a qué ojos.
Nos dice quiénes somos a su costa.

JOSÉ MARÍA SICILIA
Pintor.

ALEJANDRO SIMÓN PARTAL
EN LOS OJOS DE TIRSO PRISCILO VLLECILLOS.
La transparencia

ALEJANDRO SIMÓN PARTAL EN LOS OJOS DE TIRSO PRISCILO VLLECILLOS.
La transparencia
Habita en mí un señoro primigenio
por joven bello esclavo del deseo
bestia con quien luchar, como Teseo,
que vencerá, no sin faltar ingenio.
Recompone huesos, carne, camisa
agranda restos de labios y ojos
araña energía entre los despojos
piensa palabra, ensaya sonrisa.
Planta el cuerpo en campo de batalla
recibe impacto de ojos extraños
atravesado por aquel que calla.
Prueba la transparencia de los años
disfruta la libertad que estalla
degusta las ventajas, no los daños.
Se relaja. Reflexiona. Se explaya:
Me recreo en observar la foto de un joven
que tengo, ahora mismo, entre mis manos
y siento la tentación
de meter los dedos entre su pelo
y arrimarlo, poco a poco, a mi aliento:
todavía habita en mí un señoro primigenio
que dispone de la carne como si fuera carnicero.
Me recreo en mirar al muchacho
—es posible que se pregunte qué estoy mirando—:
me sucede cada vez con mas frecuencia
eso de encontrarme justo en frente,
veinte o treinta años antes,
justo en frente de un extraño
como el que ahora represento.
Y entonces, entiendo la mirada
esa mirada capaz de encender fuegos
en los muros de la piel, y dejar brasas
que, como semillas, germinen hogares.
Esa misma capaz, también,
de atravesar como punzón de hielo.
Me recreo en su mirada
y me preparo para ser aquel muchacho
que vivió hace veinte o treinta años;
no puedo recuperar el tiempo,
pero sí: recordar la osamenta erguida,
buscar color y pómulos entre los cacharros,
entornar ojos y abdomen,tensar músculos, alzar pecho,
modelar el volumen de los labios.
Me recreo en observar a un muchacho
cuya mirada me atraviesa como punzón de hielo.
Me sucede cada vez con más frecuencia
encontrar ojos que no me pueden ver.
Y sentir dolor. Y después, solo la congoja del conocimiento.
Pero, año tras año, por fin comprendo
—casi por fin comprendo— la verdad de la transparencia,
el placer de la herida, la belleza de la cicatriz.
Que somos esclavos del deseo
y solo cuando ya nadie nos ve,
y solo cuando por nadie hay que ser visto,
ya no hay guerra, ni conflicto, ni preparación para la batalla
ni armas cargadas, ni munición que lanzar:
solo un hombre que camina a campo abierto.
Ese hombre soy yo,
mucho más yo de lo que nunca he sido:
cuchillo seco extraído, heridas, trofeos,
naturaleza, atrapasueños…
Y cuando miro atrás, olvido el soneto
desconfío de belleza, formas, preceptos:
solo soy una de esas verduras imperfectas
que ostentan todo el sabor.
Celebro la verdad de los años
deshecho la esclavitud del deseo
disfruto la claridad cristalina de la transparencia:
es en esa transparencia
el la que encuentro yo mi libertad.

TERESA SOTO EN LOS OJOS DE GERARDO RODRIGUEZ.

mi cuerpo es el tablero

de tu partida, todos

los cuerpos que aún bailan

tras de mí, que aún buscan

respuestas

en blanco y negro, yo

soy esos cuerpos, soy

todas las voces

de aquel plácido ocaso,

sin plomo ya en las piernas,

sin piezas ni casillas,

todas las voces

que te miran,

que se ven en tus ojos

anaranjados,

que susurran

sin miedo

jaque mate

MIGUEL ROJO EN LOS OJOS DE JUAN E. MARTÍN.
LA FAMILIA DE FELIPE IV
Miguel eclipsa el mar con su camisa color tarde
de otoño.

En el mar una ballena.
En la ballena un quinqué.
En el centro de su luz, brilla,
fulgurante,
una u.

Miguel mide, exactamente,
el mismo tamaño que el corazón de la ballena.

Óleo sobre lienzo, Jesús,
pincela el retrato. Canon EOS 2D
85 milímetros uno punto dos ueseeme y una cruz
de Santiago bordada en su pecho.

Pepo me manda un mensaje
de Facebook. Hay un mastín,
dormitando en la arena,
ajeno a meninas y bufones.

El rey le compra un helado a la infanta Margarita,
no en vano, para eso han de construirse
los paseos marítimos.

En el cielo una cometa.
En la cometa un lazo.
Enlazada al lazo
una zeta.

Surge el poema, ante la mirada, oblicua, del poeta.

Ana Fernández-Villaverde «La Bien Querida»
Cantente. 

Javier Vicedo, escritor.

AURORA LUQUE EN LOS OJOS DE JAVIER GILABERT.

Aurora en la penumbra

                         Pues la belleza no es nada
                         sino el principio de lo terriblE
                         R. M. Rilke.

Hay un breve momento,

cuando la luz del sol en retirada

oscila del crepúsculo al ocaso,

en el que día y noche se confunden.

Hay un breve momento,

justo entonces,

donde el miedo podría

nacer de la belleza.

Hay algo en esa luz

oscura que se pierde

capaz de sacudirnos

tiñendo de aventura las verdades.

Qué cosa es la esperanza sino el miedo

de quien busca la aurora en la penumbra.

MANUEL BORRAS EN LOS OJOS DE TINIDAD GAN.

Busco y busco, pero ¿qué es búsqueda? Andar por el borde siempre. A veces a los lados hay sólo precipicios; otras, el cobijo de muros altos para el eco de unas voces lejanas.

El mar entrecomilla cada hallazgo.

Nada aparece si lo buscado espera, ruega ser cazado, temblando como presa.  Está ese aleteo, si acaso la sospecha de que algo, alguien, eso, está oculto detrás, al otro lado, justo en este filo, frente ¿a ti?

El mar entrecomilla cada hallazgo y lo arroja ya quieto.

Después surgirá el encuentro. Pero ¿qué es encuentro? Es choque, muda deflagración, estallido interior, herida fresca tatuada ¿en mí?

Quizá sobre mis manos, esas que ilumina un destello oblicuo, inesperado igual que el mar, vuelto noche a mi espalda.

Piso entonces suelo-poema, acuno libro-niño, acaricio las volutas de unas olas-hojas sucesivas. No hay más y ese no lo acaba siendo todo.

El mar entrecomilla cada hallazgo. Y lo arroja ya quieto, abierta luz, sobre la orilla oscura.

Paloma Chen, escritora.

Jorge Velasco Baleriola, escritor.

María De La Cruz, escritora.

Luis Díaz, escritor.

Antonio Rios, escritor.

Carla Nyman, escritora y directora escénica

Aida Gonzalez Rossi, escritora.

Ben Clark, escritor.

Rocio Simón, escritora.

Juanpe Sánchez López, escritor.

Alejandro Pérez-Paredes, escritor.

Marta Sanz, escritora.

David Rodríguez, músico,

María Belmonte, escritora.

Mónica García, veterinaria y escritora.

Carlos Rod, editor «La Uña Rota»

Andrea Abello, escritora.

Carmen Díaz, delegada de cultura «Marbella»

Rafael Pineda, responsable técnico de los espacios escénicos de Marbella.

María Lago, escritora.

PÚBLICO FESTIVAL / Pedro Molina, artista multidisciplinar.

PÚBLICO FESTIVAL / Liviana Leone, artista.

PÚBLICO FESTIVAL / Stella Kamazón, artista multidisciplinar.

PÚBLICO FESTIVAL / Roberto Gutierrez Curras, pintor.

PÚBLICO FESTIVAL / Rodolfo Gil Romero, arquitecto y pintor.

PÚBLICO FESTIVAL / Jorge Boccardo, arquitecto y  pintor.

PÚBLICO FESTIVAL / Concha Montes, periodista.

PÚBLICO FESTIVAL / Ana Eugenia Venegas, filóloga y educadora social.

PÚBLICO FESTIVAL / Rafa Hervias, librero.

PÚBLICO FESTIVAL / Manuel Pelaez, maestro.

PÚBLICO FESTIVAL / José Antonio Correa, abogado.

PÚBLICO FESTIVAL / Isaac Romero, conserje.